Momentos de la vida de Máximo Freire Delgado
Texto y fotos por: Ana Mireya Guerrero, G.*
Máximo Freire Delgado en las costas de Pto. Velasco Ibarra.
De muy joven Don Máximo se dedicó a las actividades pesqueras, recuerda que en esa época solamente se comercializaba el pescado en estado seco, por la dificultad de mantenerlos en frío. La temporada de pesca era de 5 meses, los anteriores a la Semana Santa, cuando el bacalao seco es muy solicitado en la parte continental, para la preparación del tradicional plato de la fanesca. Los meses restantes, los pescadores en la mayoría de las casos, no tenían otra actividad y “tocaba ir fiando en las tiendas hasta que llegue la temporada de pesca… se vivía siempre endeudado”.
Don Máximo explica el proceso de salar el pescado. Una vez capturados los peces son abiertos y rayados en toda su estructura, luego se los lava bien y se coloca sal de tal forma que ingrese en todas las ranuras realizadas, después se los pone en unos tanques grandes de madera. El agua que posee el pescado, junto a la sal colocada produce el agua salmuera. Los peces permanecen en estas condiciones por un día; cuando los pescados son muy grandes deben continuar en los tanques un día adicional. Luego, los pescados son lavados nuevamente y, se los estiba para que se escurran, finalmente se los seca al sol por lo menos durante tres días. Para verificar que están a punto, se aplasta la carne del pescado, una vez que de la carne ya no sale agua, los pescados están listos para la venta. El quintal de bacalao seco se comercializaba hasta en ciento cincuenta sucres y en temporadas bien trabajadas se podían obtener más de 130 quintales.
Don Máximo entre varias de sus anécdotas recuerda que una ocasión, trabajando en el bote de pesca San Vicente, naufragó cerca de la isla Marchena. Piensa que quizás el Capitán ingresó con demasiada velocidad a la costa y debido al fuerte viento y marejada el bote fue empujado hacia dentro y fue golpeado contra las rocas. Fueron 5 los náufragos y permanecieron en la isla por 8 días, comenzaron a racionalizar el agua y los alimentos que alcanzaron a recuperar. Por la mente de todos cruzó la posibilidad de no ser rescatados, pues en ese entonces, no había tantas embarcaciones de pesca que circulen como las que hay ahora y los botes de turismo también eran escasos, por otro lado carecían de radios para la comunicación. Sin embargo, fueron ubicados cuando la lancha de Gonzalo Morales que venía del norte en busca de otro bote extraviado, los localizó.
Máximo Freire hace aproximadamente 9 años trabaja en la Oficina Técnica Isla Floreana del Parque Nacional Galápagos, en el área de Recursos Marinos. Es Capitán de una lancha de vigilancia marina, controla que no se realice pesca ilegal en la Reserva Marina y además realiza otras actividades que contribuyen al manejo del Parque, como son la limpieza costera y de senderos, control de plantas introducidas, etc.
Por otro lado don Máximo ha instalado en su vivienda un pequeño bar llamado El Pez Espada, asegura que es el primero en Floreana. Usted allí puede escuchar música, tomar cerveza, jugar billa y también si se solicita con anterioridad hay servicio de comedor.
Don Máximo siempre añora su vida de pescador “uno se siente bien trabajando en el mar, desde bien tempranito… hasta las siete… y a veces hasta las ocho de la noche”. Las actividades que actualmente realiza en el Parque Nacional le llena de orgullo “imagínese evitamos o frenamos en algo el hecho de que muchas embarcaciones que vienen de otras partes… del exterior… se lleven las riquezas de Galápagos”.
* Investigación auspiciada por el Ministerio de Cultura del Ecuador.
Máximo Freire Delgado nació en la isla Isabela hace 67 años, pero desde hace mucho tiempo vive en la isla Floreana.
Máximo Freire Delgado en las costas de Pto. Velasco Ibarra.
Foto: Ana Mireya Guerrero G.
De muy joven Don Máximo se dedicó a las actividades pesqueras, recuerda que en esa época solamente se comercializaba el pescado en estado seco, por la dificultad de mantenerlos en frío. La temporada de pesca era de 5 meses, los anteriores a la Semana Santa, cuando el bacalao seco es muy solicitado en la parte continental, para la preparación del tradicional plato de la fanesca. Los meses restantes, los pescadores en la mayoría de las casos, no tenían otra actividad y “tocaba ir fiando en las tiendas hasta que llegue la temporada de pesca… se vivía siempre endeudado”.
Don Máximo explica el proceso de salar el pescado. Una vez capturados los peces son abiertos y rayados en toda su estructura, luego se los lava bien y se coloca sal de tal forma que ingrese en todas las ranuras realizadas, después se los pone en unos tanques grandes de madera. El agua que posee el pescado, junto a la sal colocada produce el agua salmuera. Los peces permanecen en estas condiciones por un día; cuando los pescados son muy grandes deben continuar en los tanques un día adicional. Luego, los pescados son lavados nuevamente y, se los estiba para que se escurran, finalmente se los seca al sol por lo menos durante tres días. Para verificar que están a punto, se aplasta la carne del pescado, una vez que de la carne ya no sale agua, los pescados están listos para la venta. El quintal de bacalao seco se comercializaba hasta en ciento cincuenta sucres y en temporadas bien trabajadas se podían obtener más de 130 quintales.
Don Máximo entre varias de sus anécdotas recuerda que una ocasión, trabajando en el bote de pesca San Vicente, naufragó cerca de la isla Marchena. Piensa que quizás el Capitán ingresó con demasiada velocidad a la costa y debido al fuerte viento y marejada el bote fue empujado hacia dentro y fue golpeado contra las rocas. Fueron 5 los náufragos y permanecieron en la isla por 8 días, comenzaron a racionalizar el agua y los alimentos que alcanzaron a recuperar. Por la mente de todos cruzó la posibilidad de no ser rescatados, pues en ese entonces, no había tantas embarcaciones de pesca que circulen como las que hay ahora y los botes de turismo también eran escasos, por otro lado carecían de radios para la comunicación. Sin embargo, fueron ubicados cuando la lancha de Gonzalo Morales que venía del norte en busca de otro bote extraviado, los localizó.
Máximo Freire hace aproximadamente 9 años trabaja en la Oficina Técnica Isla Floreana del Parque Nacional Galápagos, en el área de Recursos Marinos. Es Capitán de una lancha de vigilancia marina, controla que no se realice pesca ilegal en la Reserva Marina y además realiza otras actividades que contribuyen al manejo del Parque, como son la limpieza costera y de senderos, control de plantas introducidas, etc.
Por otro lado don Máximo ha instalado en su vivienda un pequeño bar llamado El Pez Espada, asegura que es el primero en Floreana. Usted allí puede escuchar música, tomar cerveza, jugar billa y también si se solicita con anterioridad hay servicio de comedor.
Don Máximo siempre añora su vida de pescador “uno se siente bien trabajando en el mar, desde bien tempranito… hasta las siete… y a veces hasta las ocho de la noche”. Las actividades que actualmente realiza en el Parque Nacional le llena de orgullo “imagínese evitamos o frenamos en algo el hecho de que muchas embarcaciones que vienen de otras partes… del exterior… se lleven las riquezas de Galápagos”.
* Investigación auspiciada por el Ministerio de Cultura del Ecuador.
La vida en la isla Floreana es muy hermosa, la tranquilidad, la paz y el contacto diario y directo con la naturaleza le llena el corazon de mucho amor por el lugar donde se vive, mi nombre es MAX FREIRE SALGADO y amo a Floreana con todo mi ser, Don Maximo es mi padre y me siento orgulloso de haber crecido en Floreana y ahora dar todo de mi para el adelanto y la conservacion de esa hermosa isla...
ResponderBorrarEstimado Max reciba un cordial saludo desde Quito. Como Ud. señala la isla Floreana es muy bella y tranquila, así como la gente que la habita. Un fuerte saludo para su padre, Don Máximo y para todos los pobladores de la Isla.
ResponderBorrarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderBorrarGalápagos es uno de los lugares mas hermosos de Ecuador, soy nieto de Máximo Freire me llamo Sebastian Freire también me crié en FLOREANA es una de las islas habitadas en galápagos y la más tranquila y pacífica puede conocer lugares turísticos de mucha historia, mi abuelito sabe bastante de la vida en el mar y es muy querido entre los habitantes de las islas, espero que visiten esta isla no se van arrepentir.
ResponderBorrarGalápagos en los años 40, apenas tenia una población de 300 habitantes. En la actualidad somos 30000, es increíble el cambio que se ha dado, la tecnología a llegado y los cambios son muy radicales, añoro los años de juventud, mis Padres y hermanos, cuando corríamos descalzos por las calles de arena en San Cristobal.
ResponderBorrarDespués llego el turismo y todo cambio, fue un giro de 360 grados hoy todo es muy diferente pero Galápagos es y será hermoso por su tranquilidad.
Al momento ya me he retirado, trabaje en el Parque Nacional Galápagos, pero me jubilé este febrero del 2012 sigo viviendo en la Isla Floreana, vendiendo la Rubia cerveza que opero en mi bar el que le cambie de nombre, ahora se llama El Sultán es mas grande y cómodo con una barra con pista de baile, dos mesas de billar, y un foot -ballin este será mi refugio y estaré muy complacido en atender a familias y amigos y cuantas personas quieran visitarme.
Maximo Freire Delgado
un honor haber conocido al gran Maximo ! saludos desde Patagonia
ResponderBorrarOscar, agradezco su visita al blog
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